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La parábola de la bolsa de basura: Una mirada ética de la acción ambiental

Por: clima21



Alejandro Álvarez Iragorry



El año pasado tuve la oportunidad de conocer a un prelado del cual tenía referencias de que era una persona abierta, inteligente y totalmente dedicado al servicio de las personas más vulnerables.

Cuando supo que yo era un ambientalista se acercó, me saludó amablemente y sin más protocolo me lanzó una bola rápida de esas de noventa millas por hora.


Qué pensaría usted –me dijo- de alguien que al llegar a su casa le contaran que alguien había lanzado una bolsa de basura hacia su patio. Inmediatamente este personaje fuese a investigar lo que le habían dicho, y constatara que había una gran bolsa plástica llena de desechos. Pero no hiciera más nada.


Al día siguiente, al repetirse la situación, pesara la bolsa, anotando cuidadosamente el resultado. Al próximo día, con la misma situación, clasificara los desechos en reciclables y no reciclables, Y así sucesivamente…

Y a pesar de que su patio se estaba convirtiendo en un vertedero insalubre nunca hiciera nada por solucionar la situación, ni conocer sus causas y responsables.


Y finalizó diciendo –Bueno, así se están comportando algunos grupos que trabajan en temas ambientales.

La historia de la bolsa de la basura me ha quedado dando vueltas en los últimos meses. Me intranquiliza cada vez más porque ese tipo de comportamiento no sólo existe en la realidad, sino que parece crecer.


Ahora estamos viendo a algunas organizaciones que se hacen invisibles, aunque les caiga la basura encima y los que hacen malabarismos lingüísticos para no hablar de basura ni de responsables. Es un ambientalismo que se hace el ciego y mudo para que no molestar a los responsables de la destrucción.


Mucho de ese comportamiento es producto del miedo y la desesperanza. Muy comprensible en la actual situación venezolana.


Pero esta situación se hace injustificable en los casos de organizaciones que no sólo sufren de ceguera y mudez, sino que además asumen partes del discurso del poder, promueven una visión de país donde los problemas ambientales no tienen relación con graves delitos ambientales y violaciones a derechos humanos y promueven soluciones donde mezclan un enfoque técnico con buena voluntad.


Todo ello, creemos que, esperando ganar apoyo y protección de parte de ciertos grupos de poder. En esta posición “segura” pudieran estar en mejor posición para recibir fondos de la cooperación internacional y hacerse actores relevantes internacionalmente.


En algunos casos algunas organizaciones se justifican usando una variante del eufemismo “dialoguista”, como la nombra el sociólogo Rafael Uzcátegui (1) la cual es la idea de “que, independientemente del resto de las dimensiones del conflicto [político venezolano], la realización de acuerdos con el gobierno es suficiente para generar nuevas realidades políticas”.

Este comportamiento hace que estas organizaciones pierdan cada vez más autonomía y que progresivamente se conviertan –aunque lo nieguen- en estructuras clientelares dependientes del “favor” de los grupos en el poder.

Por otra parte, esta manera de ser nace de una mirada egoísta del “primero yo” y no en una ética del bien común.

Pero aún más doloroso, es que esta manera de actuar es una traición a todas las personas que en el país deben pagar el enorme precio de la injusticia ambiental y climática.


Ello es contrario a lo que expresa la Declaración sobre las violaciones de los derechos humanos en la conservación de la IUCN: “Los esfuerzos para proteger la naturaleza deben respetar los derechos humanos y permitir la participación plena y efectiva de las partes interesadas y los titulares de derechos, especialmente los pueblos indígenas y las comunidades locales.” (2).


Es claro que esconder información, invisibilizar situaciones de destrucción ambiental y desinformar son formas de violencia contra las personas más vulnerables.


Ya me dirán que una cosa es la conservación del ambiente y la biodiversidad y otra son las políticas sociales y los derechos humanos. Que ellos trabajan con los primeros, pero no con los segundos.


Lo dirán, además, como si fuese posible conservar la naturaleza sin tomar en cuenta los contextos económicos y políticos que generan la triple crisis ambiental global, o el crecimiento de los grandes negocios que están destruyendo la Amazonía o la emergencia humanitaria compleja que sufre Venezuela. Como si fuese posible eliminar a las personas y sus necesidades de la trama de la vida planetaria.


Las consecuencias de olvidar estos principios fueron resaltadas por el papa Francisco en la Encíclica Laudato Si´: “Las iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica de la globalización: buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas, y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial” (3).


De manera más dura lo señaló el activista ambiental brasileño Chico Mendes cuando dijo: “La ecología sin justicia social es sólo jardinería” (4).


Algunos también dirán que hay que esperar “mejores tiempos” para trabajar en temas ambientales de manera integral o promover transformaciones socio-ecológicas. A ellos hay que decirles que tal como lo expresó Martin Luther King “siempre es el momento correcto para hacer lo correcto” (5).

Y si al final, no nos queda más remedio que dedicarnos a la “jardinería”, vamos a hacerlo de manera seria, cuidando con mucho amor las plantas y el suelo con que trabajamos, sin mirar a cada rato para arriba para que nos digan si lo estamos haciendo bien.


2.  IUCN. 2022. Statement on human rights abuses in conservation. https://www.iucn.org/story/202206/statement-human-rights-abuses-conservation

3. Carta Encíclica Laudato Si’ del Santo Padre Francisco Sobre El Cuidado de la Casa Común. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

4. Chico Mendes fue un recolector de caucho, sindicalista y activista ambiental brasileño que luchó contra la deforestación de la Amazonía hasta que fue asesinado en 1988.

5. Martin Luther King fue un ministro bautista estadounidense y activista de los derechos civiles de la población afrodescendiente de ese país.

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