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La Guajira y el Zulia: un duro retrato de la migración

Por: Sebastián Mora. Investigador Nacional Pares.

Se cumplen cinco años del inicio de la migración masiva desde Venezuela. Las causas responden a diferentes factores sociales, económicos y, sobre todo, políticos. Debido a la cercanía geográfica, la identidad cultural y la relación histórica, Colombia ha sido el país que ha recibido la mayor cantidad de migrantes venezolanos, tanto regulares registrados por Migración Colombia como irregulares por trochas.


La llegada del covid-19 en marzo de 2020 generó un cierre de las fronteras y de todo flujo migratorio regular por cualquier medio de transporte, como medida de autoprotección contra la entrada del virus, impulsando a las autoridades a aplicar cuarentenas.Estas medidas tuvieron dos consecuencias sobre los migrantes venezolanos: la disolución de sus formas de subsistencia económica en el país, en su mayoría a través del trabajo informal, y la decisión de una minoría de regresar a Venezuela donde encontrarían en su familia apoyo para superar la pandemia.


Este cambio en la dinámica de la migración se vio reflejado en las cifras de recepción y salida de todos los puestos migratorios entre Colombia y Venezuela. En el Puesto Migratorio de Paraguachón, corregimiento del municipio de Maicao y que conecta el departamento de La Guajira con el estado del Zulia, las entradas de ciudadanos venezolanos en 2020 se redujeron en un 87,5 %; mientras que las salidas se redujeron en un 75,3 %, ambas cifras en comparación con 2019.



Fuente: Migración Colombia.

Las cifras de 2020 son resultado del cierre de la frontera. Para ese año, la entrada y salida de ciudadanos venezolanos fue prácticamente igual y, en promedio, el 90 % de estas se dieron entre enero y marzo. El escenario es aún más desolador en lo que va del 2021, con valores que apenas responden a los pasos permitidos en un estricto corredor humanitario.

Durante un reciente trabajo de campo realizado por investigadores de Pares al municipio de Maicao, se pudo identificar las consecuencias de estos cierres y de la situación humanitaria que afrontan los migrantes.


En primer lugar, el cierre de pasos regulares como barrera contra el virus no fue eficaz y terminó por fortalecer el control e interés de Grupos Armados Organizados (GAO) y bandas por las trochas o pasos ilegales en La Guajira. De igual manera, se aumentó el número de personas que las utilizan para pasar sin ningún tipo de control epidemiológico.


Aumentan las trochas


Según un mapeo realizado por el Ejército en 2019, y que fue presentado a las distintas organizaciones de cooperación internacional con presencia en Maicao, se identificaron 216 trochas en toda la frontera del departamento de La Guajira, un número que excedía la capacidad de control de la Fuerza Pública. Actualmente, el número puede haberse duplicado.


El número de trochas aumenta porque la cantidad de migrantes que las utilizan, contrario a lo que se esperaba al inicio de la pandemia, aumentó. Lo anterior, por el cambio de motivación de la migración. Anteriormente, se podría catalogar el fenómeno en Maicao como una migración pendular, es decir, un integrante de un núcleo familiar migraba para conseguir un trabajo temporal en Colombia u otros países latinoamericanos, enviaba remesas desde allí a Venezuela y después de cierto tiempo volvía a su país.

Ahora los migrantes que han llegado a Paraguachón y, posteriormente, al casco urbano de Maicao, no vienen con la intención de regresar a Venezuela, ni siquiera piensan en utilizar el municipio como un sitio de paso para llegar a las grandes urbes. Por el contrario, familias enteras se han dado a la titánica tarea de pasar por las trochas para establecerse en el municipio guajiro permanentemente.


De hecho, según estimaciones de Pastoral Social, entre Riohacha y Maicao se podrían contar un censo de 100.000 migrantes, más del 50 % en el municipio fronterizo. Muestra de estas aproximaciones son los casi 50 asentamientos informales en las periferias del municipio.


El número de trochas aumenta porque la cantidad de migrantes que las utilizan, contrario a lo que se esperaba al inicio de la pandemia, aumentó. Lo anterior, por el cambio de motivación de la migración. Anteriormente, se podría catalogar el fenómeno en Maicao como una migración pendular, es decir, un integrante de un núcleo familiar migraba para conseguir un trabajo temporal en Colombia u otros países latinoamericanos, enviaba remesas desde allí a Venezuela y después de cierto tiempo volvía a su país. Imagen: Pares.



De acuerdo con un alto funcionario de un centro de acogida a migrantes en Maicao, los asentamientos cuentan con una organización particular. Los terrenos son, presuntamente, propiedad de indígenas Wayuú, quienes los parcelan y luego venden a familias de migrantes. Los lotes no cuentan con acceso a servicios públicos y su valor varía desde dos millones de pesos por un terreno vacío hasta 3 millones por una parcela más grande de 7x14m y con una modesta construcción. Adicionalmente, los dueños garantizan seguridad privada a todo el predio.


Un drama familiar


Lo más particular de los asentamientos de Maicao es la organización que han consolidado sus inquilinos. Cada lote se separa en manzanas y en cada una de ellas se elige un líder o representante que aboga por las distintas necesidades de la manzana y en conjunto buscan mejorar lentamente las condiciones del predio. Este tipo de asociación de migrantes es, hasta el momento, característica única de la frontera con Venezuela en Maicao.


No obstante, este carácter de permanencia que asumen los migrantes en Maicao aumenta sus riesgos. En primer lugar, familias enteras se ven más afectadas por el uso masivo de trochas. Luego se enfrentan a los riesgos epidemiológicos de la pandemia en asentamientos que no cuentan con acceso a servicios básicos como agua o a la reducción de atención primaria en albergues operados por organizaciones internacionales, justamente por la pandemia. Y en último lugar, por la xenofobia de la que son víctimas desde que empezó la migración por su asociación con eventos de inseguridad o por la misma recepción de subsidios y ayudas.


Este se convierte en el más grande reto de la política de asistencia a migrantes. El anuncio del Estatuto Temporal de Protección para migrantes Venezolanos (ETPV) es un salto innovador por parte del gobierno colombiano para permitir la regularización de migrantes y brindarles acceso a un abanico integral de servicios sociales, como Pares ha analizado en el pasado.


Toda la política de atención a migrantes, incluida la internacional, debe empezar un viraje de la asistencia inmediata, la cual cumple con el objetivo de permitir supervivencia por unos meses, a una política de integración, de desarrollo económico, especialmente en los municipios fronterizos, como Maicao, donde los migrantes ya se organizan socialmente, pero no cuentan con el apoyo para generar un proyecto de vida a mediano o largo plazo.




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